miércoles, 29 de diciembre de 2010

Se cumplen 62 años de la abolición del ejército en Costa Rica


Este 1 de diciembre se cumplieron 62 años de la abolición del ejército en Costa Rica y parece relevante recordar los hechos que llevaron finalmente a la proscripción del ejército como institución permanente establecida en el artículo 12 de la Constitución Política. Es decir, parece que esta es una tarea completamente pertinente cuando parece que en este país hay quienes discuten la conveniencia de una decisión que marcó la identidad nacional de los costarricenses que hasta hoy se han manifestado orgullosos de no tener ejército.

El periodo descrito en esta reseña es muy extenso pues la intensión de este documento es demostrar que la abolición del ejército en Costa Rica no es la simple realización de un caudillo o la concesión graciosa de un partido político. Este rasgo de la identidad nacional costarricense fue el fruto de un proceso que abarcó cerca de tres décadas y en el cual tuvieron participación muchas personas.

La abolición del ejército y su proscripción en el artículo 12 de la Constitución Política fue precedida por una época de progresivo deterioro en la imagen de los militares. El desprestigio provocado por los excesos cometidos durante la dictadura de Tinoco se acrecentó en episodios como la Guerra de Coto y el Bellavistazo.

El ejército costarricense fue incapaz de proteger la integridad territorial violentada por la incursión panameña en 1921. Tampoco pudo el ejército costarricense ejercer un peso significativo que evitara la afrentosa intervención norteamericana en 1919.

La Guerra de Coto (1821) y la invasión desde Nicaragua (1821) no se resolvieron mediante la fuerza militar sino, por el uso de mecanismos del derecho internacional. Los triunfos de los abogados y representantes diplomáticos costarricenses fueron mucho más significativos que los pocos logros obtenidos por los generales en los campos de batalla.

El ejército fue perdiendo importancia conforme se fue consolidando el sistema electoral costarricense. En este punto cabe resaltar la importancia de las reformas electorales realizadas durante la primera mitad del siglo XX que incluyeron la creación de medios de fiscalización de los procesos electorales (1907), el voto directo (1913), el voto secreto y la creación de la cédula personal del elector (1925) y la fundación del Tribunal Nacional Electoral (1946).

Desde la caída de la dictadura tinoquista hasta la proscripción del ejército, el gasto militar fue decayendo en tanto que crecía el gasto en educación, construcción de infraestructura y mantenimiento de la policía. A partir de la fundación de la Caja Costarricense del Seguro Social (1941) se acrecentó también la inversión para la construcción del sistema de atención médica.

Los recortes presupuestarios y las restricciones para la compra de armamento debilitaron mucho al ejército costarricense que fue finalmente aniquilado en la Guerra Civil de 1948. La ceremonia realizada el 1 de diciembre de ese año fue el corolario a la lenta agonía de la institución militar en Costa Rica.

Hoy queda abierta la discusión sobre la importancia de la abolición del ejército como parte fundamental de la formación del sistema democrático costarricense que venía siendo construido desde muchas décadas antes de la celebrada ceremonia en la que José Figueres tomó el mazo para simbolizar el fin del ejército y los cuarteles. Muchos países tienen democracias sólidas a pesar de tener una larga tradición militar y la carencia de esta no debe considerarse como una garantía total sobre la pureza del sistema político de Costa Rica.

Quedan más cosas que decir y la discusión sobre este tema puede ser bastante larga. Cada ciudadano costarricense tiene el deber de analizar el momento histórico que vive y esta reseña es solamente un pequeño aporte para el análisis de los orígenes de uno de los mitos fundamentales de nuestra nacionalidad. Aquí no lo decimos todo y no se pretende dar un sermón a quienes deben hoy interesarse por conocer el pasado que explica nuestro presente y puede servir para señalar nuestro futuro.