domingo, 22 de noviembre de 2015

Mauro Fernández visto por don Cleto González Víquez.

Introducción:

Don Mauro Fernández Acuña murió en 1905. Don Mauro fue educador, abogado, diputado, magistrado y Ministro de Instrucción Pública. En este último puesto, ejercido bajo la presidencia de Bernardo Soto (1886 -1889) le tocó impulsar una reforma profunda del sistema educativo que hizo especial énfasis en el desarrollo de lo que actualmente conocemos como el Ministerio de Educación Pública. Fue defensor de la educación laica y encarnó los ideales del liberalismo costarricense. 

En 1905, cuando el país conocía la noticia del fallecimiento de don Mauro, don Cleto González Víquez tenía 47 años de edad y acumulaba una impresionante carrera de servicio público; más adelante le correspondería ejercer la Presidencia de la República en dos ocasiones.  En ese momento, que don Cleto -uno de los pilares del pensamiento liberal en Costa Rica y que fue un historiador de pluma muy competente- escribió esta semblanza sobre don Mauro Fernández.

Mauro Fernández


No he conocido en Costa Rica un hombre que fuese más progresista que don Mauro. Toda idea de adelanto lo entusiasmaba, y cualquiera que iniciase un proyecto, ya para promover o fomentar una industria, ya para fundar o auxiliar un instituto de beneficencia, ya para abrir o mejorar un camino,  ya para establecer o ampliar un centro de enseñanza, ya para constituir un banco, en fin para cualquiera empresa que significase un paso hacia adelante, podía contar de seguro con el apoyo y con la colaboración del señor Fernández, que como persona culta y de conocimientos generales, tenía ideas acerca de todo asunto que pudiese interesar a la comunidad.

No fue un escritor. Fue un orador; y más que orador fue un propagandista. Su talento claro, su ilustración vasta, su palabra fácil, sus maneras atractivas, su ardor juvenil, todo en el se amoldaba a las funciones de apóstol. No miró nunca hacia el pasado: su mirada penetrante la dirigió siempre hacia el provenir. Sus trabajos no fueron disquisiciones por escrito: fueron la siembra de doctrinas, fueron hechos e instituciones. No manejó la pluma: manejaba siempre un lápiz y a quienquiera que se le acercase le dibujaba con figuras o con números, sus planes siempre beneficiosos y siempre de grande alcance.

Jamás se afligió. La esperanza de algo siempre mejor le hacía olvidar, o por lo menos mirar con estoica indiferencia, las contrariedades de la vida. Una decepción en sus proyectos, en vez de retraerlo, lo espoleaba para nuevos y más vastos planes.

Como hacendista, gustaba de usar del crédito,  único medio de andar en países nuevos. No miraba con horror la deuda pública: comprendió bien que el Estado y el Municipio, con sus rentas ordinarias, no podrían nunca abrir las vías del progreso, y que el solo camino para avanzar es el de emplear el sobrante de las entradas, una vez cubiertos los gastos de la administración corriente, en arrendar capitales y darles un empleo productivo.

Trabajador metódico, hombre de ideales, amante de su patria, sin las vanas vocinglerías que ostenta el patriotero, don Mauro Fernández hizo muchos bienes a Costa Rica. Llenó su misión, tuvo una vida ejemplar y mientras haya corazones agradecidos entre los costarricenses, su nombre irá unido al de nuestro país.

Cleto GONZÁLEZ VÍQUEZ, 1905.

Texto tomado de El pensamiento liberal. Antología. con prólogo, selección y bibliografía de Eugenio Rodríguez y publicado por la Editorial Costa Rica en 1979.


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